Publicación: 7 de Noviembre de 2017
Autoría: Aquileo Venganza
El frío de esta mañana no es casual, los cielos grises y anaranjados. Son tiempos de guerra, cada vez que me conecto al Facebook.
El enfrentamiento más importante de la historia contemporánea, entre los dos grandes bloques que iban a configurar el mundo, luego de la Segunda Guerra Mundial, no tiene cuartel, ni mucho menos un final cercano, más ahora, cuando la política tradicional atiza los odios mutuos intentando amarrar electores.
Pero no se le puede encimar toda la culpa a la rancia y añeja diplomacia dinástica que tenemos en Colombia —de alguna que otra responsabilidad tenían que librarse—. Existe algo más allá de esas imposiciones externas, algo que viene de adentro, una sensación de revancha que le da nuevas razones a los dos grandes bloques en crisis.
Y es que en los dos lados, de la geografía política, cada vez más radicalizados en el versátil mundo de las redes sociales, se revitalizan las razones y las verdades propias, cada una de las cuales cobra más validez en detrimento de las ajenas. Es decir, tanto izquierda como derecha, subsisten a raíz de los errores, falsas promesas y silencios de su respectivo contrario.
Un mundo globalizado, una gran comunidad intercomunicada, una efectiva torre de Babel contemporánea existente solo en el no-lugar del internet; tan ridícula idea sólo podía desembocar en una excesiva e hiperbólica sobresaturación de reclamos democráticos, considerados absurdos en el mundo real. Internet le ha dado a todos los idiotas, la posibilidad de reclamar un espacio válido en la arena política del mundo.
Esa arena política siempre ha estado dominada por seres anacrónicos, no nos vamos a engañar. Así es, tanto en el mundo digital, como en el análogo. Por algo no es para nada reciente la queja, que las personas mayores son las que deciden en las elecciones. Lastimosamente, este es un campo en el cual las experiencias y las canas no hablan tanto de sabiduría, como si lo hacen de heridas y uñas encarnadas, como odios que ningún tiempo llegará a curar y ningún cuerpo a soportar.
Nada apartado de la naturaleza de los tiempos posmodernos. Lo que sí extraña, es que ese rol geriátrico destructivo, haya pasado de mano en mano, hasta llegar a iluminar el deforme rostro de esos que han llamado millenials. Para no alimentar etiquetas, que sirven únicamente para darle un tema a periodistas, psicólogos y demás “científicos sociales” varados, voy a pasar decir que cada uno de esos grupos generacionales se ha alimentado de la propia sensación de apocalipsis inherente a los tiempos.
¿Cuántas veces se acabado ya el mundo? ¿Cuántas solo este año?
En todas las épocas del mundo ha habido algún loco intentando ser la apocalíptica voz de la consciencia de sus tiempos, desde los tiempos de Jesucristo se produce este mismo fenómeno. La radical y terrible diferencia con la actualidad es que ahora hay muchas más maneras de hacerse escuchar, muchas más personas dispuestas a tirar la historia, y los hechos fácticos por la borda, con el único propósito de creerse parte de algo, de arañar algo de gloria y trascendencia en estos tiempos que son tan dolorosamente tediosos e inertes.
En las últimas décadas el feminismo como movimiento social y pensamiento crítico ha hecho importantes aportes a procesos de deconstrucción y confrontación con los saberes y poderes hegemónicos...
“Hay lugares que nos habitan, caminan por nuestro cuerpo, nos derrumban y nos encuentran, nos reparan y son capaces de pintar nuestra vida como un lienzo y llenarla de color. Aunque estemos lejos, parece que esos lugares no se van, viven siempre en nuestra memoria. Así fue como #ciudadbolivar apareció en mi vida, con sus montañas, con su gente, con sus colores, con su fuerza”.
La etiqueta de los alimentos es una herramienta clave para que los consumidores puedan seleccionar alimentos saludables de manera informada.
La reflexión invita a reconocer las labores del cuidado como un trabajo, el cual no debe ser asumido por las mujeres exclusivamente, sino que debe ser responsabilidad de la ciudadanía, el mercado y el Estado. Es necesario que estas labores sean remuneradas y tenga todas las prestaciones sociales para que se reconozca como trabajo y no sea invisibilizado el que el trabajo de las mujeres sostiene a la sociedad.
En Ciudad Bolívar hay una gran cantidad de huertas comunitarias, en las que lxs vecinxs se han unido para estar más cerca de la naturaleza, combatir la inseguridad alimentaria y crear opciones de ocio que aporten más a la vida.
El impuesto que plantea el gobierno de Petro a las bebidas azucaradas es necesario, pero con los cambios realizados las últimas semanas al articulado, cada vez más insuficiente para garantizar el derecho humano a la alimentación y a la nutrición adecuada.