Opinión

‘Chupkua Tibabuyes’: un documental sobre la lucha para proteger a los humedales en Bogotá

15 min

Publicación: 1 de Abril 2022

Autoría: Aquileo Venganza

Después que el proyecto urbanístico de Enrique Peñalosa pusiera en riesgo al humedal más grande de Bogotá la comunidad no pudo quedarse con los brazos cruzados. Esta es una historia de resistencia, frente a un inminente ecocidio.

Desde la primera elección de Enrique Peñalosa (1998-2000), pasando por su segundo mandato (2016-2019); hasta llegar al actual gobierno de Claudia López y sus promesas incumplidas, el objetivo viene siendo el mismo: intervenir “el 100% de los humedales declarados en el distrito”, tal como aparece en el Plan de Desarrollo Distrital ‘Bogotá Mejor para Todos”.

Estas intervenciones, que en la visión de ciudad del burgomaestre son -recuperaciones del espacio público-, han terminado en la práctica siendo la excusa perfecta para adecuar los espacios naturales al disfrute urbano con obras civiles de gran impacto, las cuales inevitablemente han modificado el ciclo hídrico y los ecosistemas, como viene ocurriendo, por ejemplo, en el Humedal Tibabuyes o Juan Amarillo desde el año 2002.

Durante el gobierno de Antanas Mockus, entre el 2002 y el 2003, se ejecutaron las obras planteadas en la primera administración de Peñalosa de la mano de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, las cuales, con el propósito de realizar una restauración ecológica de la cobertura vegetal se basaron en la intervención del tercio alto del humedal, generando diversos resultados, como la delimitación de invasiones de barrios aledaños, pero que terminaron por convertir parte de este cuerpo de agua en un espacio consagrado a la recreación humana, al punto de tener incluso un puerto de salida para embarcaciones, el cual se planeó usar como escenario de los juegos nacionales en ese entonces por el IDRD.

“No tiene justificación que no se autorice el canotaje deportivo y recreativo en la laguna que hicimos en el Juan Amarillo”, decía Enrique Peñalosa desde su cuenta de Twitter en el año 2012, respecto a esta obras. 

Desde esta primera acción se comienzan a tener pistas de la inminencia de un ecocidio de gran magnitud en uno de los espacios naturales más importantes de Bogotá y también de las artimañas utilizadas para llevar a cabo este fin, puesto que, según denuncia Humedales Bogotá, esta obra fue realizada sin un plan de manejo ambiental adecuado, con una licencia de manejo ambiental otorgada por la CAR, para un espacio donde entonces no tenía jurisdicción.

La Chupkua Tibabuyes

Chupkua es como se le denominaban a los humedales en lengua muisca, el Humedal Tibabuyes, palabra cuyo origen proviene de la misma familia lingüística muysca Muysccubun significa “Tierra de Labradores” o “Tierra de Labranza”. La recopilación histórica y cosmogónica de las comunidades indígenas que habitaron este territorio nos cuenta sobre un ecosistema biodiverso, que permitía actividades como la agricultura y la pesca, lo que lo convirtió en un territorio de encuentro sagrado para estas comunidades durante la ‘Fiesta de las flores’, cuando  se reunían los caciques de Bosa, Engativá, Cota, Funza y Suba, territorios que hoy conforman las localidades del distrito capital.

El Humedal es una reserva natural que hace parte de la Estructura Ecológica Principal de Bogotá, está ubicado en el noroccidente de la ciudad, entre las localidades de Suba y Engativá y acoge una gran variedad de fauna y flora endémica y migratoria, incluídas especies en vía de extinción. 

Muchas personas desconocen la importancia que tienen los humedales como cuerpo de agua para la ciudad, y es nuestra propia ignorancia la que da vía libre a estas obras de construcción que, según manifiesta la comunidad, son perjudiciales para el medio ambiente.

“El factor principal que está afectando el humedal Tibabuyes es el modelo de ciudad, todas las obras que están ejecutando sobre él, que vienen por entidades como el Acueducto, la Secretaría de Ambiente, el IDRD, el IDU, con parques avenidas y puentes entre otras obras duras”, dice Laureles Dorados, integrante del colectivo Somos Uno que participa activamente en la defensa de este humedal.

 

Lo que desconocemos de los humedales es que el movimiento continuo del agua en los ciclos hidrológicos, tienen un impacto positivo que mitiga el cambio climático, convirtiendo los humedales en patrimonio arqueológico, cultural y ambiental.

“Un humedal es un ecosistema definido por el agua, ya sea porque el agua lo ocupa de manera permanente o temporal. Tenemos humedales permanentes como los ríos y las lagunas; y humedales temporales que se crean por eventos de inundación cíclicos”, nos contó el biólogo Juan Carlos Sandino, quien también se ha preocupado por articularse a la defensa de Tibabuyes. 

En el contexto de la sabana de Bogotá, donde el desarrollo urbanístico se ha dado en gran medida sobre humedales desecados, estos cuerpos de agua cumplen una función vital, no solo como hábitat natural, sino también en el marco del entorno urbano como reguladores de los ciclos del agua en tiempos de inundación y sequía y también dadas las condiciones ambientales contemporáneas son grandes fijadores de carbono frente a la polución urbana, según Sandino. 

Tibabuyes además tiene dos reconocimientos a nivel internacional que elevan su status de area protegida, primero el reconocimiento como parte de la Convención Ramsar, de la cual Colombia es miembro, y también es considerada como un Área de Importancia para la Conservación de Aves o AICA, cuya designación es liderada por la organización Bird Life a nivel internacional y por la Fundación Calibris en Colombia, esta categorización certifica su importancia subsistencia de especies amenazadas, es por ello que cualquier tipo de intervención en este lugar debería pasar por esta consideración

Pistas para armar un ecocidio

Según cifras recopiladas por Juan Carlos Flórez y Emel Rojas (concejales en ese periodo) en el 2018, la ciudad pasó de tener 1101 hectáreas de cuerpos de agua en 1950 a 72,86 hectáreas en el año 2017. Solamente Juan Amarillo pasó de tener 102,4 hectáreas a 18,7, es decir, una pérdida del 81,8%. Los humedales actualmente sólo representan cerca del 1,8% del área urbana de Bogotá.

Aunque no lo parezca en la realidad, existe un marco amplio de protección ambiental en Colombia, con un capítulo aparte dedicado a la importancia de los humedales. 

Los humedales son considerados reservas naturales según el acuerdo 19 de 1994 y la categoría de reserva, a su vez, proviene de un régimen de áreas protegidas suscrito en el decreto 2811 de 1974, como nos lo recuerda el biólogo Fidel Poveda, edil de Engativá y acérrimo defensor de los humedales.

Con la ley 99 de 1993 según el principio de rigor subsidiario la reserva del humedal debe contar con 4 elementos, los cuales según le contó Poveda a Teusaradio, son los siguientes:

 

(1) El agua como tal; (2) el humedal propiamente dicho, que es el juncal, el botón ciliar y las plantas flotantes más sus animales encima; (3) la ronda que está por fuera de este humedal, la cual debe tener mínimo 30 metros de ancho y está a su vez definida por el Decreto 1449 de 1977, un decreto nacional que también pertenece al Código de Recursos Naturales; (4) y por fuera de esta ronda una Zona de Manejo y Preservación Ambiental (ZMPA) de un ancho semejante pero supeditado a la complementariedad ecológica respecto a todo lo anterior. Esa ZMPA fue propuesta por la Política Pública de Humedales de Bogotá que es el Decreto 624 del 2007.

Este último acto legislativo, la -Política Pública de Humedales-, se convertiría en una piedra en el zapato para los planes de Peñalosa, puesto que en esta se consignan, como lo mencionamos antes, la caracterización de los conceptos de ronda hidráulica y zona de manejo y preservación ambiental, catalogando también la protección en el uso de estos espacios dada su importancia ecológica.

La ofensiva vendría entonces en dos frentes, por un lado intentando modificar la delimitación de la ronda hidráulica en el humedal de la mano de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado; y por el otro buscando, mediante el Decreto 565 de 2017 el cual intentó eliminar las prohibiciones establecidas en la Política de Humedales para poder realizar obras urbanísticas duras, tales como ciclo rutas, senderos para bicicletas,alamedas, plazoletas, luminarias y adoquinados.

Simultáneamente la EAAB de Bogotá cambió la delimitación de la zona de ronda hidráulica del humedal en tiempo récord, entre julio y septiembre del 2017, sin realizar ningún aporte científico que justificara esta decisión, en un acto que demuestra una omisión de funciones de la Secretaría Distrital de Ambiente (en ese entonces liderada por Francisco Cruz) de monitorear, revisar y garantizar la protección de las zonas de reserva naturales. Tal como lo documentó el Colectivo Somos Uno en la detallada investigación ‘¡Metieron las patas, las zapatas y el cemento!’.

Resistencia en tierra de labradores

La obra en cuestión que se pretende realizar en el humedal tiene el propósito de conectar las localidades de Suba y Engativá mediante un puente elevado de gran magnitud, el cual comprende umbrales de acceso, miradores y puentes, con una carga esperada de más de 20 mil personas por día, como se lee en los documentos técnicos de la misma. 

Según Somos Uno, al humedal se han inyectado más de 20 mil toneladas de cemento y además, tras un derecho de petición, la Secretaría Distrital de Ambiente reconoció que se había producido un deterioro a la Estructura Ecológica Principal de la ciudad con esta obra que “tiene de forma totalmente antitécnica escombros, basuras, acopio de materiales e incluso baños instalados justo al lado de los cuerpos de agua y del humedal”, entre otras diversas y graves afectaciones que identificó la entidad.

Para quienes se habían comprometido con hacerle frente a una obra que a todas luces iba a ser perjudicial para Tibabuyes hubo momentos de esperanza: primero con la demanda de nulidad frente al Decreto 565 de Peñalosa y así también con la elección de Claudia López, quien como promesa de campaña firmó el Acuerdo Programático por el Medio Ambiente.

Detener todas las obras de endurecimiento de los humedales, en cumplimiento de las normas y políticas nacionales y distritales que la Alcaldía de Enrique Peñalosa ha desconocido, y hacer acuerdos con los contratistas para ajustar los proyectos hacia objetivos de restauración, de conformidad con las condiciones de cada contrato”, es uno de los compromisos del acuerdo.

Sin embargo la realidad fue otra y aprovechando el manto de incertidumbre que dejó la pandemia las obras continuaron, incluso día y noche, como denuncian los integrantes de SOS Humedal Tibabuyes, quienes se vieron coaccionados para tomar la acción directa y construir una vía de hecho que se vio representada en el campamento que durante 9 meses se opuso in situ al ecocidio en Tibabuyes.

Dentro del campamento se llevaron a cabo actividades pedagógicas, artísticas y culturales, enfocadas en fortalecer el sentimiento de protección hacia el humedal tibabuyes y empezar una campaña de reflexión acerca del estado de los demás cuerpos de agua de la capital colombiana con el propósito de conformar un aula viva para el cuidado de la naturaleza.

Desafortunadamente la respuesta violenta por parte de quienes se interesaban en la continuidad de estas obras no se hizo esperar. Más de una vez las personas del campamento intentaron ser amedrentadas, incluso con disparos de arma de fuego, pero fue hasta la determinación de enviar al Escuadrón Móvil Antidisturbios, Esmad, por parte de la alcaldesa de Claudia López lo que finalmente puso en jaque a este esfuerzo colectivo.

El documental ‘Chupkua Tibabuyes: Resistencia en tierra de labradores’, retoma las voces de algunas de las personas que estuvieron ahí, llevando a cabo la dura tarea de resistir, convivir y construir ideas en conjunto, siempre con el objetivo en común de frenar el ecocidio y con el imperante asedio de la institucionalidad y la inevitable estigmatización dadas las complejidades de una iniciativa de este tipo.

Para quienes hoy en día siguen resistiendo desde su propio campo de batalla, bien sea el ámbito legal, la acción directa, la pedagogía y también el arte, está dedicada esta pieza audiovisual realizada por Teusaradio en colaboración con La Errante Mathomería, la cual esperamos se convierta en una pequeña muestra de cómo las luchas ciudadanas construyen día a día nuevos escenarios para despertar conciencias y aunar muchas más personas en torno a la causa de proteger el territorio y darle un lugar primordial a la naturaleza, que se encuentra en peligro por el desarrollo urbano.

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