Opinión

La negociación es en las calles: así son las asambleas populares en Bogotá

15 minutos

Publicación: 12 de Julio de 2021

Autoría: Aquileo Venganza

Así como en el resto del país, durante el estallido social las asambleas populares se han tomado las calles de Bogotá como ejercicio legítimo de participación, diálogo y veeduría ciudadana.

El pasado 15 de junio el Comité Nacional del Paro anunciaba la propuesta de un cese temporal de las movilizaciones, una decisión que terminaría por evidenciar la profunda desconexión que existe entre los y las representantes de dicha colectividad y las múltiples voces de la ciudadanía, dispuesta a permanecer en las calles hasta encontrar alguna voluntad de diálogo.

“(…)ellos solo quieren hacer un comodato para el Gobierno Nacional», le dijo un joven representante de Primera Línea al Nuevo Siglo; y esa es precisamente una de las ideas que más ampliamente se percibe en los puntos de resistencia y asamblea que aún hoy se mantienen en Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y otras ciudades del país.

La decisión del Comité del Paro, conformado por diversas asociaciones obreras, de docentes, pensionados y también de estudiantes, surge en momentos en los que la represión sigue siendo el pan de cada día para la movilización social y se han perpetrado ya más de 40 asesinatos y más de 80 personas han resultado con graves lesiones oculares por acción de miembros de la fuerza pública.

¿Bogotá cuidadora?

Las múltiples colectividades de Primera Línea han sido uno de los grupos que más han emergido desde la resistencia popular en las diferentes comunidades, barrios y territorios donde las personas se manifiestan.

Además de velar por la protección de los y las manifestantes y ser quienes reciben el embate de la fuerza pública de primera mano, la Primera Línea es también víctima de constantes estigmatizaciones por parte de las administraciones locales y medios de comunicación.

La novedad en estos días es que luego de más de dos meses de recibir la represión como única respuesta posible y ver terribles imágenes de personas siendo atacadas indiscriminadamente por miembros del ESMAD, la alcaldesa Claudia López ha decidido sostener algunas reuniones con integrantes de la Primera Línea.

Luego de la primera de estas reuniones en medios como la Revista Semana aparecieron filtradas, a manera de chiva periodística, algunas de las peticiones que forman parte, según el medio, del pliego presentado por la Primera Línea a la alcaldesa.

En el mencionado pliego se recogen algunos de los llamados que más frecuentemente se han escuchado en los diferentes espacios asamblearios construidos durante el paro: se enfatiza en el respeto por el derecho a la protesta, solicitando acciones inmediatas ante la represión llevada a cabo por el Esmad; así como el desmonte progresivo de ese escuadrón.

Otro de los puntos que llama la atención, entre los divulgados por Semana, es el “respeto a los espacios de resistencia”, la redacción de la revista traduce renglón seguido a dichos espacios como “los campamentos que realizan (los manifestantes)”.

Pero qué hay más allá de esa definición simple y de fácil consumo, ¿Cómo ha sido efectivamente la resignificación del espacio público y de la participación ciudadana desde estos lugares?; mucho de ello nos lo pueden contar las asambleas populares, construidas inicialmente desde lugares emblemáticos para la juntanza, como lo son estos “espacios de resistencia”.


‘Al calor de la olla’, cómo nace una asamblea popular

Repartiendo volantes, haciendo perifoneo, reuniéndose con las personas en los barrios; caminando; así es como se inició el proceso asambleario de Portal Resistencia, cobijado inicialmente por el Espacio Humanitario ‘Al calor de la olla’, un nombre que le hace buena justicia a una de las características esenciales de los espacios de resistencia durante el paro nacional: tener a la olla comunitaria como lumbre para iluminar el diálogo.

Ya sea en Portal Resistencia, en Usme, Ciudad Bolívar o Suba, la olla comunitaria permanece ahí como astro guía en el microcosmos de la protesta social, representando lo más básico de esa idea de comunidad que las personas están intentando retomar durante el paro: donde come uno, comemos tod@s.

(…) los retos históricos que debemos superar como pueblo son gigantes y el punto de partida es un sistema que nos ha aislado y relegado de la posibilidad de pensarnos el país y sus necesarias transformaciones, empoderarnos es un proceso lento que requiere mucha pedagogía, afecto y paciencia, pero hemos venido sumando estos ingredientes para que en la olla comunitaria se alimente el Poder Popular.

Asamblea Popular de Suba.

Al calor de la olla fueron entonces formándose sinergias entre las distintas personas que se concentraban y que también fueron convocadas con la intención de participar en este ejercicio. Se convirtió también la asamblea en el escenario en el que más claramente se ponen en discusión las necesidades más ligadas a la comunidad y el territorio desde el contexto del mundo urbano.

Las complejidades de las localidades también se hicieron más evidentes, pero esta vez con una perspectiva propositiva y buscando soluciones desde lo organizativo.

En Suba la gran extensión territorial de la localidad implicó la necesidad de crear dos grandes asambleas que responden respectivamente a la parte oriental y a la parte occidental, esto sin contar la diversidad que tiene el territorio abarcando incluso zonas de habitancia rural.

Construyendo los pliegos de peticiones

Con el esfuerzo de las personas que se comprometieron a llevar a cabo la organización de estos escenarios se rompieron grandes barreras desde la comunicación comunitaria, se logró motivar a un número más que significativo de ciudadanos y ciudadanas a confiar nuevamente en la participación, a creer en los procesos de los cuales se han sentido excluidos y excluidas en el ámbito institucional.

En Portal Resistencia, con la participación de más de 250 personas, se acordaron inicialmente 158 exigencias en torno a  7 ejes: gobierno, fuerza pública, salud, educación, cultura, trabajo y medio ambiente. Luego se hizo una hoja de ruta con una diana en el suelo, las personas anotaban sus ideas en notas adhesivas y las pegaban en círculo adecuado: el círculo del centro para lo local, el del medio, lo distrital y en el más amplio y externo las propuestas a nivel nacional; también diferenciando entre mediano y largo plazo.

En el Corredor Humanitario de Ciudad Bolívar hay un pliego de exigencias que tiene alrededor de 56 puntos, de los cuales se consolidaron los 10 principales que forman parte de la declaración política del espacio.

El primero es que no se levanta el paro mientras no haya garantía para la protesta; segundo, que se reconozca el corredor como espacio legítimo de diálogo; tercero, que no se aplique ningún paquete de reformas (tributarias, salud, etc..); cuarto, el desmonte del Esmad y una reforma integral de la policía; quinto, la renta básica como medida transitoria mientras se reactiva la economía; sexto, la negociación será en las calles; séptimo, la creación de una asamblea popular nacional; octavo el cumplimiento de lo pactado en los acuerdos de paz; noveno, procesos efectivos de reparación a las comunidades, y finalmente la democratización del suelo urbano en la ciudad, reglamentando la vivienda autoconstruida.

Estos pliegos de peticiones desde las diferentes localidades corresponden a la realidad del desarrollo urbanístico de la ciudad hasta nuestros días y por eso incluyen un fuerte componente medioambiental como se puede evidenciar en los pliegos de peticiones de la Asamblea Popular de Suba y los diferentes pliegos que se han construido desde las asambleas en Usme.

“Estamos pidiendo de manera local que se proteja el medio ambiente, específicamente los humedales Tibabuyes y Conejera donde se han realizado obras ilegales”, le contaron a Teusaradio integrantes de la Asamblea Popular de Suba.

Por su parte en Usme se han escuchado peticiones de carácter local relacionadas con la reubicación del botadero Doña Juana, el cual se ha convertido en un problema histórico para la calidad de vida de la comunidad, y la revisión de las licencias mineras y ambientales para toda la industria ladrillera que rodea a la localidad.

Otro punto que tienen en común los diferentes pliegos construidos desde Ciudad Bolívar, Usme o Soacha, son las exigencias en materia de educación, en términos de acceso y cercanía, las localidades claman por tener sus propias sedes de educación superior pública y también por recibir validez y apoyo en el ejercicio de las actividades culturales y deportivas que caracterizan a muchos de los y las jóvenes de los barrios.

¿Qué viene para las asambleas en el estallido social?

Los y las participantes de los diferentes procesos asamblearios que consultamos para este artículo, coinciden en que uno de los siguientes pasos a dar en el marco de la movilización es mover la olla comunitaria y las propuestas desarrolladas, a través de los diferentes espacios de la localidad, hacer una pedagogía profunda sobre las necesidades que se visibilizan en el pliego y su importancia para la comunidad.

También existe el ideal de poder consolidar una gran mesa amplia nacional donde comiencen a articularse las propuestas construidas desde los diferentes territorios organizados y donde se pueda mantener el hilo conductor de llevar el diálogo en las calles, dándole así validez y relevancia a los espacios de resistencia.

Cabe destacar que en el Colegio Claretiano de Bosa se lleva a cabo un ejercicio con estas características donde se espera recoger cada vez más un pliego diversos y amplio construidos desde la variedad más extensa posible de territorios e identidades.

Sobre los pliegos de peticiones, desde las diferentes asambleas existe la propuesta de consolidar mesas jurídicas que permitan darle un análisis más profundo a las ideas que surgen a largo plazo y determinar su viabilidad o el tipo de trabajo legal que estaría detrás de su posible aplicación.

Sin duda habrá que superar diversos obstáculos territoriales y organizativos para crear espacios que sean cada vez más incluyentes y masivos.

Mucho de lo que se ha logrado en el paro nacional parte del autorreconocimiento y la convicción de las personas que decidieron dejar atrás el miedo y también la indiferencia, no solo para contraponerse a un estado corrupto que establece unas condiciones injustas, sino también para darse cuenta de lo amplia y diversa que es la movilización social desde los territorios y también las subjetividades.

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